El ahora exministro de Economía Martín Guzmán presentó su carta de renuncia el sábado por la tarde mientras la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner repartía en Ensenada a diestra y siniestra críticas al Gobierno (del que forma parte) e ironizaba contra el presidente Alberto Fernández (que ella puso en ese lugar). A dos años y medio del comienzo de su gestión, los desacuerdos e internas a cielo abierto en el Frente de Todos ya no son excepcionales, es un sello de su identidad.
La última corrida cambiaria y un índice inflacionario casi desbocado, fueron, en parte, el certificado de defunción de Guzmán al frente del Palacio de Hacienda. Pero el labo de B de su alejamiento del Poder Ejecutivo se produce por el efecto desgaste que viene ejecutando Cristina Kirchner y su núcleo duro de funcionarios desde el comienzo del 2021. La recordada frase de la vicepresidenta «funcionarios que no funcionan» plasmada en una carta pública en octubre del 2020 marcó un quiebre en la estructura de poder del Gobierno y en la vida política del Frente de Todos. De ahí en más, ministros y funcionarios albertistas salieron eyectados del Gabinete: Marcela Losardo, Sabina Frederic, Juan Pablo Biondi, Matías Kulfas y ahora Martín Guzmán. Estos últimos dos con un lugar muy relevante en la gestión del presidente.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue la gota que revalsó el vaso en la ya dañada relación entre el kirchnerismo y Martín Guzmán que había empezado a tener sus desajustes por la quita de subsidios a la energía. La posterior renuncia del presidente del bloque de Diputados Máximo Kirchner tras el entendimiento con el organismo de crédito fue un gesto elocuente de esta ruptura y la intensidad de los cuestionamientos al rumbo económico elegido por parte del ala dura kirchnerista terminó de sellar el final de un vínculo que nunca encontró un mínimo consenso.
El épilogo del ahora exministro de Economía ya estaba escrito, pero la estocada final la dio Cristina Kirchner el sábado durante su discurso en el homenaje a Perón en Ensenada, que reunió a sus fieles, quienes celebraron con énfasis la punzante alocución de su líder. A las 17:45, la titular del Senado se refirió a su reciente reunión con Carlos Melconian y sostuvo, oportunamente, que el expresidente del Banco Nación «piensa parecido» a Martín Guzmán respecto a la reducción del déficit fiscal. Dos minutos más tarde, Guzmán difundió en sus redes sociales su carta de renuncia y se llevó el protagonismo en un convulsionado escenario político. Guzmán le renunció a Cristina.
En su mensaje de despedida, Guzmán recordó que en su primer discurso como ministro señaló que su objetivo era «tranquilizar la economía argentina» y apuntó con sutileza contra quienes fueron sus enemigos internos: «Puede que a varios ese concepto no les guste demasiado». Destacó su trabajo y el de su equipo con la deuda externa y la deuda pública, subrayó el crecimiento de los índices macroeconómicos pese al difícil contexto que le tocó atravesar producto de la herencia del macrismo, la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania, y por último le aconsejó a Alberto Fernández «lograr un acuerdo político dentro de la coalición gobernante» para la próximo etapa de quien tome las riendas de las políticas económicas del país, que a esta hora ya es sabido que será Silvina Batakis.
Todos estos logros mencionados por Guzmán, los cuales algunos son muy difíciles de soslayar, no alcanzaron para que su gestión se sostenga. Una macroeconomía ordenada en sus principales índices, con un crecimento sostenido, fue fagocitada por los números de la microeconomía que le dieron la espalda al saliente ministro y le otorgaron legitimidad a los aireados reclamos del kircherismo. En el medio quedó Alberto Fernández, quien desde un principio ensayó, o intentó, una defensa hacia uno de sus funcionarios predilectos, pero sus dichos fueron entibiandosé con el devenir de los hechos.
Volviendo al sábado, en un momento de su discurso, siguiente con la estéril discusión de «la lapicera», Cristina Kirchner se preguntó ¿cómo construyó su poder Perón?, el interrogante suena más interesante si se traslada a la actual coyuntura. ¿Cómo se construye poder en el Frente de Todos?, ¿qué margen de acción tiene la flamante ministra si sus decisiones no tienen la aceptación de la vicepresidenta?, ¿qué apoyo político tiene el presidente en el interior de sus filas después de escuchar las ironías y ofensas lanzadas por CFK el sábado y avaladas por una parte de la coalifción?
También este último episodio en el Frente de Todos deja una atmósfera de una ya casi intolerable incertidumbre sobre la cotización del dólar, la acumulación de reservas y el aumento del precio de los alimentos, entre otros tantos problemas que sufre a diario la economía doméstica. Tal vez sean estas las dificultades que más le interesen a la gente de a pie, pero en muchas ocasiones la dinámica de la calle le queda muy lejos a la a la superestructura política. Si esto no fuera así, es difícil de comprender entonces la relación entre el presidente y la vicepresidenta, que tiene tintes de un culebrón tragicómico.
Los matices de la sucesión de Guzmán son representativos del desconcierto que atraviesa el Gobierno. Una Estela de Carlotto que confesó haber intercedido para que Alberto Fernández vuelva a hablar con Cristina Kirchner, una ronda de nombres importantes que se negaron a asumir al frente de la cartera económica y una fallida conferencia interrumpida por no más de siete caceroleros que se instalaron en las inmediaciones de la Quinta de Olivos son hechos que marcan el ritmo esquizofrénico que se vive Casa Rosada. Es difícil predecir cómo seguirá todo, lo que se puede aseverar es que la salida de Guzmán fue otra de las consecuencias de las bases fundacionales del Frente de Todos, donde desde siempre predominaron diferencias no propias de una alianza y el único acuerdo parece haber sido derrotar a Mauricio Macri en 2019.
Fuente: ElPais Digital