Diálogos de Wall Street: ¿tiene estómago la bolsa de Nueva York para soportar la incertidumbre?


Gordon Gekko: No hubo ninguna catástrofe. Ni el lunes ni el martes. A pesar de las señales ominosas.

P.: ¿Ya pasó el peligro? Los indicadores de sentimiento -y la volatilidad implícita en las cotizaciones- sugieren la persistencia de la alta tensión.

P.: Trump, el viernes, fue el que detonó la granada de mano. China lo sacó de las casillas con su tema “favorito”: nuevos controles a la exportación de tierras raras. La amenaza de responder con un arancel de 100% a las importaciones chinas nos devolvió al frenesí de la guerra comercial de abril.

G.G.: Trump, el fin de semana, le bajó los decibeles a su propio posteo en Truth.

P.: “No se preocupen por China. Va a estar todo bien”, escribió. ¿A quién creerle? ¿Al Trump del viernes o al del lunes?

G.G.: Puede creerle a Scott Bessent que habló después. Trump dijo que no tenía sentido encontrarse con Xi Jinping en la cumbre de APEC en Corea del Sur. Pero el secretario del Tesoro señaló que los planes de la reunión bilateral siguen en pie.

P.: ¿Asunto cerrado, entonces?

G.G.: Probablemente, no. Es tiempo de pelearse un poco. Como para que la reunión posterior adquiera un significado importante. Para fin de noviembre resta mucho tiempo.

P.: ¿Qué sentido tiene armar tanto revuelo si después no va a pasar nada?

G.G.: La confrontación es real. La desconfianza es grande. Y que haya fricciones es esperable. Xi Jinping se avino a facilitar una solución para las operaciones de Tik Tok en EEUU en línea con lo que buscaba Trump. Ese es un dato fresco muy valioso. De ahí, la sorpresa que provocó el choque del viernes y la reacción airada de Trump. Nadie lo esperaba después de ese avance -y de tamaña concesión de Beijing- que al presidente le costó tanto conseguir.

P.: ¿Piensa que la operación se va a frustrar?

G.G.: Ninguno de los dos líderes, ni nadie de sus entornos, lo mencionó siquiera. Si la disputa crece, y el ánimo se recalienta, es una escala que está muy a mano para los chinos.

P.: ¿Exageró Trump con su reacción? ¿No midió que se podía pegar un tiro en el pie? Que se derrumbe Wall Street no fortalece precisamente su capacidad de ejercer presión.

G.G.: Es posible. Es lo que sugiere la moderación posterior que se difundió con rapidez, antes que la cosa llegue a mayores. Pero es también revelador de la fragilidad del sentimiento inversor.

P.: En los mercados, afloró, de buenas a primeras, una sensación de vértigo muy evidente. ¿No es lógica después de un rally tan fuerte?

G.G.: Y que no se tomaba respiro. Sí, lo es. Y no hay mal que por bien no venga. Este episodio es un examen de estrés. Y no en el papel, no en un marco teórico, sino en condiciones reales. Coincide con un “shutdown”, un cierre parcial de la Administración, que ya entró en su tercera semana de vigencia.

P.: Y no tiene visos de pronta solución.

G.G.: Así es. Mientras convivimos con una tesis en boga de depreciación del dólar (y de licuación de los papeles financieros) que le pone un condimento extra a la coyuntura.

P.: ¿Y qué conclusiones se puede extraer? ¿O es muy temprano para hacerlo?

G.G.: Es temprano, pero se puede sacar una conclusión rápida. En abril, cuando Trump empujó el aumento generalizado de los aranceles tras el Día de la Liberación, la reacción fue letal para las acciones, los bonos y la moneda de EEUU. Tanto que la medida duró apenas una semana y hubo que darla vuelta de urgencia, antes de que pudiera desatar un momento Lehman. Esta vez los bonos del Tesoro se fortalecieron. Las tasas largas bajaron. De inmediato.

P.: El “shutdown” no fue un obstáculo.

G.G.: Nadie piensa que las agencias evaluadoras de crédito les bajarán más la calificación a los bonos del Tesoro. Ninguna conserva ya el rating AAA. Los bonos se fortalecieron claramente. Y el dólar también. Es el día y lo noche comparado con la pavura de abril.

P.: Ello no impidió que el oro y los metales preciosos continuaran trepando montados sobre el temor a la devaluación del dólar.

G.G.: Correcto. Lo que sufrió un golpe durísimo el viernes, y siguen de capa caída, son las criptomonedas. Sobre todo, las monedas alternativas. Fue la mayor liquidación en su todavía corta historia. Y muchas cuentas apalancadas no sobrevivieron como para treparse a un futuro rebote.

P.: Habló Jerome Powell. Reconoció la tensión entre inflación y desempleo. Ponderó el debate interno en la Fed. Pero no adelantó la decisión que se tomará a fin de mes. ¿Qué agregó a lo que ya se sabía?

G.G.: Que no haya novedades son buenas noticias para los mercados. Si no hay novedad en el frente, no deberían cambiar las previsiones. Y allí se incluyen una baja de tasas el 29 y otra en diciembre. Que Powell haya citado la posibilidad de terminar con la política de venta de bonos de su cartera -el fin del endurecimiento cuantitativo– “en los próximos meses” no va a molestar a nadie.

P.: ¿Y qué decir de los balances de los grandes bancos? Dieron este martes el puntapié inicial a la temporada del tercer trimestre.

G.G.: Arrancaron con el pie derecho. Wells Frago, Citigroup, J.P. Morgan Chace, Goldman Sachs -al igual que BlackRock- superaron los estimados con comodidad. La saga continúa.

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