Por Ana Arregui (*)
(Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia – Gral. Madariaga)
Estamos atravesando un momento de profundo conflicto educativo, de ajuste sobre los salarios, desconocimiento de la paritaria nacional, degradación en las condiciones que se ofrecen desde el Estado acerca de algunos niveles educativos. Se anuncia que se cierran escuelas, que numerosísimos docentes quedarían fuera del sistema educativo, no se permiten inscripciones en determinadas ramas educativas, se da de baja a algunas sedes del Plan Fines, se anuncia que se creará una Universidad para suplantar Institutos de Formación Docente en Ciudad de Buenos Aires. Y el mundo docente reacciona: 17 de los 24 distritos del país no empezaron las clases en fecha. Se llevan a cabo manifestaciones en algunas ciudades del país. Para desalentar la protesta, el gobierno nacional y algunos gobiernos provinciales amenazan con una batería de descuentos (del día no trabajado, de los ítems por presentismo, de premios a los docentes que no adhirieron a medidas de fuerza durante el año 2017. Se descalifica a los docentes y se los desvaloriza públicamente.
¿Qué tiene que ver esto que acabamos de listar con la fecha del 24 de marzo y los derechos humanos?.
Los derechos humanos resultan de una construcción histórica que en el marco internacional los considera inherentes a nuestra naturaleza y sin los cuales no podemos vivir como seres humanos. En esta materia se han elaborado dos doctrinas: una, la de “las generaciones de derechos” (derechos de primera, segunda, tercera y cuarta generación; la otra, es la que establece la universalidad, interdependencia e indivisibilidad de los DD.HH., doctrina impulsada en la Declaración de Viena de 1993 y que contribuyó a la confirmación de dos características esenciales: la universalidad y la interdependencia de los mismos. La interdependencia interna nos lleva a la reafirmación de la indivisibilidad de los DD.HH. que a su vez es una característica complementaria de la universalidad. La interdependencia externa significa la estrecha relación existente entre DD.HH., democracia, desarrollo (o concepción de desarrollo de un país) y la consecución de la paz.
Nos interesa tratar la relación inescindible entre educación y derechos humanos. Es decir hacer notar que no son esferas distintas. Ambas dimensiones no pueden ser pensadas ni actuar separadamente. Una necesita a la otra para lograr plenitud.
De esto se desprende que la educación no es un privilegio, es un derecho de las personas, inherente a todos los seres humanos y por lo tanto, sin distinción alguna de nacionalidad, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, idioma, o cualquier otra condición. Y como “inherente” no se puede ceder ni quitar. Y asimismo un derecho esencial porque permite abordar otros derechos como el conocimiento, la cultura, la libertad, la participación, la independencia y la autonomía. Por eso también la educación es considerada un bien público que se ofrece mediante una institución educativa.Y considerada también un servicio del que ninguna persona debería ser excluida a lo largo de toda la vida.
Y si es un derecho se lo debe garantizar legalmente, por ello los Estados tienen la obligación de proteger, respetar y cumplir, el derecho a la educaciónpara todos, sin discriminación alguna.Hay que recordar queigualdad y no discriminación se encuentran entre los principios transversales del derecho internacional humanitario que garantiza el pleno goce de los derechos humanos a todos.
Otros abordajes incluyen y amplían, afirmando que un ser humano no puede vivir sin educación ya que necesita desarrollar un proceso de aprendizaje que le permita desempeñarse como un ser autónomo en lo que será su accionar futuro en la sociedad. Entonces… ya entra la sociedad…, los otros, los lazos indispensables con quienes se tendrá que convivir. Es más, se dice que la educación es un derecho humano para el pleno desarrollo de la personalidad y del sentido de la dignidad.
Todas estas apreciaciones figuran en una profusa legislación internacional que garantiza el derecho a la educación. La Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada en 1948, establece en el artículo 26 que todas las personas tienen derecho a la educación. Desde entonces, el derecho a la educación se ha reconocido y desarrollado ampliamente a través de varios instrumentos normativos internacionales elaborados por la ONU, tales como el Pacto internacional sobre derechos económicos, sociales y culturales, la Convención sobre los derechos del niño y la Convención de la UNESCO sobre la lucha contra la discriminación en el ámbito educativo.
Ahora bien, la pregunta inmediata sería ¿Qué se puede hacer –además de tener en cuenta esta legislación- para materializar el derecho a la educación? Surge inevitablemente la respuesta: si las personas conocieran cabalmente sus derechos, viviendo en un ambiente democrático, tendrían el poder de exigirlos. Aquí se plantea la importancia de la creación de conciencia y el poder que da el saber sobre los derechos.
Si esto fuera así como venimos razonando, la enseñanza y difusión de los derechos humanos se presenta como un imperativo ético. ¿Para quién? Sin duda para todos aquellos que se han dedicado a conocer y reflexionar sobre la temática y para todos aquellos que están en una función educativa, sea cual fuere el nivel escolar en que se encuentren y la disciplina que atiendan. Es indispensable entonces un cuerpo docente bien formado y comprometido con la educación para todos.Pero además saber que debemos exigir a todas las autoridades, nacionales y provinciales y de los sistemas educativos, el respeto irrestricto del derecho a la educación
Resulta una exigencia ética informarse, formarse, ejercer los derechos humanos en el ámbito educativo ya que si el derecho a la educación para todos no se cumpliera, le negaríamos a nuestra sociedad en general y al núcleo social local, una de sus herramientas más eficaces para defender el perfil de ig ualitarismo, solidaridad, participación, justicia, verdad y paz que necesita un país. Y todos estos valores se enseñan y aprenden.
Derechos humanos y educación e institución que cobije su despliegue (enseñanza, aprendizaje, colectivo, grupo actuando en solidaridad) necesitan ineludiblemente otro concepto (que hemos mencionado al pasar) que les proporcione la suficiente espesura con la cual poder actuar. Ese otro concepto que brota casi “naturalmente” es el de democracia. Ser demócrata exige mucho más que la adhesión a un sistema de gobierno. Exige vivenciar la democracia como un estilo de vida, incompatible con toda forma de desconocimiento de la dignidad humana. La premisa de que “no hay democracia sin derechos humanos y no hay derechos humanos sin democracia” podría acompañar a la relación inescindible de derechos humanos y educación. Y se desprende que sólo una democracia que asegure que todos los miembros de una sociedad gocen de sus derechos por entero, puede ser calificada como “democracia plena”.
Los derechos humanos necesitan ser enseñados. Los derechos humanos necesitan ser conocidos y aprendidos. Los derechos humanos necesitan un ambiente democrático para ser informados, discutidos, enseñados, ejercidos, aprendidos, concientizados.
¿En qué marco que no fuera el democrático, se podría mencionar, debatir, enseñar que la vida de cualquier ser humano debe ser respetada, que un ser humano no puede aceptar ser sometido a torturas o tolerar que otro lo sea, que todo ser humano tiene derecho a su identidad, que todo ser humano tiene derecho a reclamar por la no violación de su domicilio ni ser secuestrado ni detenido en la vía pública y ser sometido a violencia alguna por parte de aquellos uniformados que responden a organismos de seguridad del Estado, que todo ser humano tiene derecho a ser reconocido como muerto en caso que haya perdido la vida, sea en las circunstancias que fueren?. Los desaparecidos tenían nombre, pertenecían a una familia, a un colectivo social… De todo ello hay que hablar en las instituciones educativas.
Y como los derechos humanos siguen reclamando su vigencia hoy, los hechos más aberrantes que tuvieron lugar en nuestro país necesitan ser conocidos y debatidos en las escuelas para exigir que no ocurran nunca más. En 2007 asesinato por la espalda, a quemarropa, por un policía de la provincia del Neuquén del profesor Carlos Fuentealba durante una protesta por salarios y condiciones de trabajo. En 2013, Damián Sepúlveda detenido y asesinado acá en la comisaría de General Madariaga. En 2017, la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado y la muerte por la espalda del joven RafaelNahuel. Asimismo, el agente Luis Chocobar asesina por la espalda aJuan Pablo Kukoc -18 años- que acaba de efectuar un robo. Este policía es procesado por “excesos en la legítima defensa”, pero felicitado por el Presidente de la Nación y la Ministra de Seguridad. Ironías de la vida y la muerte: Juan Pablo Kukoc mientras estuvo encerrado en el Instituto San Martín durante 2017, ejerció su derecho a la educación asistiendo a un taller de lectura y escritura. O el también el asesinato por la espalda de Facundo Ferreyra, niño de 11 años, en Tucumán, hace pocos días.
Hemos mencionado sólo algunas –quizás las más emblemáticos- para no seguir con la lista larguísima de las víctimas de “gatillo fácil” que llevan los organismos de DDHH y especialmente la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi).
Entonces, informar permanente acerca de cualquier violación de los derechos humanos y enseñar en las instituciones escolares que todo ser humano tiene derecho a la protesta y desplegar su solidaridad con otros sin ser perseguido, desaparecido o muerto por la espalda y/o que todo ser humano tiene derecho a un juicio y no ser castigado y/o asesinado por presunción de delito, resulta indispensable para que la ciudadanía social no esté en peligro. La muerte no es un “detalle” como afirmó la ministra de seguridad, Patricia Bullrich.
Convoquemos este 24 de marzo auna ética de solidaridad que geste una cultura de los derechos humanos desde la cual exijamos respeto total a la democracia:
Nuestro pueblo no soporta ningún retroceso más en los derechos humanos que nos conciernen a todos.
Ni un Astiz más fuera de la cárcel, ni un genocida más suelto entre nosotros.
Cárcel y castigo a los culpables.
Basta de asesinatos.
Respeto profundo por nuestras comunidades originarias.
Basta de avalar, Presidente Macri, a los asesinos de nuestros jóvenes, adolescentes y niños.
(*) Por la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia – Gral. Madariaga
Documento leído en la vigilia del 23 y 24 de marzo de 2018.