El afiche difundido por el Museo Tuyú Mapu en su re-apertura del pasado lunes 16 de julio, impacta por la calidad de los dos elementos utilizados: el cuadro La vuelta del malón del pintor Ángel Della Valle y las figuras de tres paisanos originarios. En este aspecto, su elección “como imágenes-símbolo” vienen a oponerse claramente a lo que entendemos fue el sentido pedagógico y de revisión histórica de quienes crearon el Tuyú Mapu.
El cuadro, tiende a legitimar una vez más el presupuesto naturalizado en el imaginario colectivo del “malón” irrumpiendo como hordas, arrastrando todos los símbolos de la “civilización”: la cruz, el cáliz, la vestimenta del sacerdote, la Biblia, las cabezas de las víctimas, la valija, los caballos y, sobre todo, la presencia de la mujer blanca cristiana –la cautiva- indefensa y robada. Ardua elaboración pictórica que sin duda construye a los indígenas como salvajes depredadores. Errantes primitivos que exigían ser civilizados por el Estado o exterminados que es muy distinto a que se “extinguieran naturalmente” (como figura actualmente en una estática dentro del Museo-reformado). Y como dicen algunos comentarios, el cuadro (realizado en esa época, en 1892) “intenta rescatar del pasado el tema del malón para justificar la masacre de los indígenas a manos de los blancos”.
Por otro lado, actuando en relación, las tres figuras que hieren nuestra sensibilidad por el desamparo, acaso por la carencia absoluta de un gesto de resistencia en fotos tomadas cuando ya habían sido prisioneros. Esta sumisión involuntaria al vencedor, es el “saldo” de la limpieza étnica que la eufemística “Conquista del Desierto” libró en el evidentemente poblado territorio de nuestro sur. Y aquí las figuras son una apelación consciente de los diseñadores del afiche, a que nuestro entendimiento concluya que los indios resultaban incapaces de constituirse en integrantes de un Estado Moderno. Ese Estado que requería una fuerza de trabajo –europea- capaz de diluirse como savia en el modelo agroexportador organizado por la oligarquía terrateniente y la burguesía cómplice de la época, para su entero beneficio.
¿Hace falta decirles a los responsables del Museo que están difundiendo un afiche con el mensaje nefasto que acabamos de analizar?.¿Son esas las imágenes que se eligen para representar en la publicidad estática la re-inauguración y las actividades del Museo en vacaciones de invierno?.
Se sabe que una publicidad es siempre un mensaje ideológico. Nadie puede ser ingenuo. Hay un mensaje explícito en la publicidad, así como en el contenido, el armado y el espacio del Museo Tuyú Mapu. Integrantes del Colectivo se lo advirtieron a funcionarios responsables el día anterior a la inauguración. Recordando además que esa institución fue fundada para “permitir un revisionismo histórico que diera lugar a los pueblos originarios ante el intento de acallarlos y exterminarlos hasta el día de hoy…”.
Y una vez dentro del Museo también una reflexión: el contenido del espacio dedicado a pueblos originarios impacta con el sugestivo título “Miradas” que domina desde una pared al conjunto. Sin embargo, esta alusión a lo diverso, ni se concretiza por los cuadros expuestos en ella (sobredimensionado el tema del malón, la “barbarie”, el “pillaje”, la “violencia altiva” de los originarios “A punto del dar el golpe” que no encaja con las figuras “vencidas” del afiche) ni en parte de los textos en paneles que afirman, entre otras “ocupación militar (no ¿“a sangre y fuego”?) del territorio indígena a fines de la década de 1870”… o que “entre 1878-1884 murieron (¿murieron?) dos mil quinientos indígenas…” haciendo gala de un negacionismo que no se puede ocultar ni siquiera con afirmaciones cuidadosamente neutrales: “Luego se produjo la toma de las tierras, la división política de los territorios, la transformación económica y la llegada de colonos blancos”, tal como cierra el recorrido el último panel, encabezado por el que parece constituirse en el logotipo de la muestra, el cuadro de Della Valle.
Los originarios ¿se “extinguieron”?, o las verdaderas razones por las cuales fueron desapareciendo, como dice Martínez Sarasola (investigador que figura como fuente de los responsables del Museo) se debieron al “… extermino de las comunidades indígenas libres de la Pampa y Patagonia…”: los 2.500 muertos en la campaña militar, el número de prisioneros que se estimó entre 15.000 y 17.000 originarios y que “fueron enviados a campos de concentración y luego distribuidos a los obrajes del norte, a la zafra de los ingenios, las mujeres entregadas para el servicio doméstico … y los niños regalados a las familias”… (Galasso/Delrio)?.
¿“Toma de las tierras”? O hay que decir que “… la superficie de quince mil leguas (38.000.000 has) que se trata de conquistar… entre los límites del Río Negro, los Andes y la actual línea de fronteras…” -como expuso el mismo Roca cuando desarrolló su plan ante el Congreso- fueron entregadas en una verdadera repartija: 4.750.471 hectáreas entre 541 personas (Oddone/Peña) entre los que figuraban beneficiarios como Luro, Unzué, Leloir, Guerrero, Bemberg, Martínez de Hoz…; otros millones de hectáreas a especuladores, a oficiales del ejército, a soldados (los más pedregosos y áridos) como parte de pago de salarios adeudados. Un largo etcétera terminó de conformar el despojo.
Ahora bien: ¿se trata de una reapertura del museo o de una “refundación” de la historia de nuestros pueblos originarios, situándolos como los culpables de la “inseguridad” de la época”?
Este Colectivo Cultural REPUDIA y EXIGE que se retire de circulación el afiche mencionado y se expliciten públicamente los criterios que esgrimen las autoridades del Museo para elaborar un dispositivo de comunicación tan legitimador de la “historia oficial”, que es la de los responsables del exterminio. Y por supuesto además EXIGE que se incorporen otras informaciones y puntos de vista respecto a las realidades de nuestros originarios del pasado y de los tiempos de hoy.
Colectivo Cultural Madariaga